domingo, 5 de diciembre de 2010

Predicación del Bautista.

Espera de Dios y conversión:
La predicación de Juan, mientras nos recuerda que la venida de Dios en nuestra vida es siempre inminente, nos invita también con energía a la penitencia que purifica el corazón lo vuelve capaz del encuentro con Jesús que viene al mundo de los hombres y lo abre a la esperanza y al amor universal.
Tiene una frase el cardenal Newmann que nos puede ayudar a comprender esta nueva orientación que la Palabra de Dios intenta sugerir como urgente: “Aquí en la tierra vivir es cambiar y ser perfecto es haber cambiado muchas veces”. Cambiar se ha de entender en la óptica de la conversión; un cambio íntimo del corazón del hombre. Vivir es cambiar. En el momento en que este deseo de cambiar desaparece, tú ya no eres un vivo. Una confirmación se nos da en el Apocalipsis cuando el Señor dice: “Parece que estás vivo, pero estás muerto” (3,1) Además “ser perfecto es haber cambiado muchas veces”. Parece que el cardenal Newmann quisiera decir: “ El sentido del tiempo es mi conversión” También este tiempo de adviento se mide en función del proyecto que Dios tiene sobre mí. Debo continuamente abrirme a la novedad de Dios, estar disponible a dejarme renovar por Él.


Aceptar el Evangelio.
Es la condición para convertirse: El evangelio no es sólo un contenido de mensaje, sino que es una Persona que te pide venir a tu vida. Aceptar el Evangelio en este domingo de Adviento significa abrir la puerta de la propia vida a aquel que Juan el Bautista ha definido como el más fuerte. Esta idea está expresada muy bien por Juan Pablo II: “Abrid las puertas a Cristo...” Aceptar Cristo que me viene al encuentro con su palabra definitiva de salvación. Nos vienen a la mente las palabras de San Agustín que decía: “Temo al Señor que pasa”.
Tal pasaje del Señor podría encontrarnos en un momento de nuestra vida distraídos y superficiales.

El adviento: El tiempo de las almas interiores:
Una evocación mística sacada de los escritos de la Beata Isabel de la Trinidad nos ayuda a descubrir la conversión como tiempo, ocasión de sumergirse en Dios, de exponerse al fuego del amor que purifica y transforma nuestra vida: He aquí el sagrado tiempo del adviento que, más que de otro, se puede llamar el tiempo de las almas interiores, de aquellas, que viven siempre y en cada cosa “escondidas en Dios con Cristo”, al centro de ellas mismas. En la espera del gran misterio [ de la Navidad]...pidámosle que nos haga verdaderos en nuestro amor, o sea que nos transforme...es bello pensar que la vida de un sacerdote, como la de la carmelita, es un ¡adviento que prepara la encarnación en las almas! David canta en un salmo que “el fuego caminará delante del Señor” ¿Y no es el amor aquel fuego? ¿Y no es también nuestra misión preparar los caminos del Señor a través de nuestra unión con aquel que el Apóstol llama un “fuego devorador”? A su contacto nuestra alma se convertirá en una llama de amor que se expande por todos los miembros del cuerpo de Cristo que es la Iglesia” (Carta al Rev. Sacerdote Chevignard, en Escritos, 387-389).

No hay comentarios.:

Publicar un comentario